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El grito es el origen

Memorias en la frontera con Gaza

Primera entrega

Ángel Hernández.

1.

Comienzo las primeras letras de esta crónica desde la estación de Ismailía, frontera con la región del Sinaí del norte. La zona es contralada por milicias de yihadistas en medio de un conflicto que ha rebasado la capacidad del gobierno egipcio por contenerlo y donde Israel está autorizado para operar abiertamente con su ejército. En el año 2017 más de 300 personas murieron en un ataque perpetrado con armas y explosivos en una mezquita ubicada en la localidad de Bir al-Abed. El atentado fue reivindicado por el Estado Islámico, que desde hace más de diez años mantiene posiciones estratégicas en la zona. Esto hizo que se incrementara la vigilancia de forma exponencial, ya que existe información directa de que se han generado acciones militares por parte de los Hermanos musulmanes, organización que da origen a Hamas.

 

Una nube de arena comienza a recorrer silenciosa la banca donde esperamos pueda llegar algún vehículo visible entre la penumbra que ofrece una vieja lámpara de aceite. Detrás, en uno de los muros, hay una inscripción en árabe que puede traducirse como Pongamos fin al genocidio. El apunte trae consigo una serie de cuestionamientos que se relacionan con el modo de entender este suceso desde una perspectiva humana, pero también crítica, abriendo una reflexiva sobre la implicación desde cualquier tipo de postura que pueda representar una presencia, un llamado, una denuncia o resistencia mínima frente a esta condición de exterminio. Algo cercano a una insistencia, a una enunciación continua del pronunciamiento, hasta que el pronunciarse se vuelva una presencia de lo permanente, un ensayo de lo interminable, una voz que reescribe sus causas, hasta donde esta voz sea posible pronunciarse.

Repito esas palabras y en la cabeza atraviesan nuevamente las imágenes que los noticieros han venido difundiendo desde octubre pasado. Vuelvo a pensar que ni la barbarie, la conmiseración o la indiferencia, pudieron con esta dimensión de crueldad. Más allá de bandos contrarios, de acuerdos, treguas, o contraofensivas. Más allá de acciones que debieron haberse implementado, o de intervenciones tempranas o tardías, estamos frente al escenario puntal de un genocidio que a la fecha no ha encontrado su fin, tal como la inscripción en el muro lo dice.

 

Reinterpreto los términos que se relacionan con deshumanización y tampoco alcanza para definir algo cercano a esto.  

 

Deshumanización: Despojo de condiciones humanas elementales, íntimamente relacionadas con sistemas de dominación y manipulación de la cultura de masas.

 

Pero esto es algo más. Algo que ayudó a entender que la gotera instalada en la grieta iniciaba otra vez su ciclo, hasta que el sitio que la contenía terminó por desbordarse. ¿Cómo escribir dando sentido al espanto, pero también a la voz que es presente y es presencia, y se instala al centro

de un conflicto como cuerpo que resiste, y convoca con ello su capacidad de permanencia?

Un cuerpo presente y no visible. Un cuerpo lejano que se materializa en el campo de la proximidad a una liberación que se vuelve un propósito legítimo y concretamente realizable: Palestina vencerá. Sí, pero será necesario que no lo haga por sí sola.

 

Un grito que se vuelve materia y se diversifica no solo en expresiones de solidaridad sino en empeños concretos que hacen más grande una resistencia existente ya desde 1948.  ¿Qué tan fuerte debe ser ese grito hoy, no solo para escucharse, sino para poder sujetarse a sí mismo? ¿Cómo puede contener ese reducido territorio del mundo tanta destrucción sin que nada pueda frenar su campaña de muerte? ¿Cómo sostener algo insostenible?

 

Pienso que esto abrió un cráter en la superficie del mundo que dividió al tiempo en dos instancias. Que luego de esto habrá un antecedente en la dialéctica del genocidio, que luego de esto, será difícil que podamos recuperarnos como humanidad. 

 

 

2.

A lo lejos, una camioneta con militares egipcios se acerca. Pide a todos los que esperamos llegar a Qaryat el-Sadat que nos identifiquemos y mostremos todo lo que contienen nuestros equipajes. A los sirios los colocan en otro grupo. A los mexicanos también. Uno de los militares intenta decir en inglés: We cannot have considerations with you. Pero al final se vale del traductor de su teléfono para decir lo mismo y el traductor lo arroja en español usando el término conmiseración. Conmiseración es, según su significado en español La compasión que se tiene del mal de alguien. Lo sabría después. 

 

Pienso que el temperamento de la palabra Conmiseración no tiene rostro. Es una condición anímica y por lo tanto desfallece. La aplico en relación a mí, a ellos, a este viaje que inicia sin más pretensión que la de ver cuánto avanzo. Conmiseración y desfallecimiento. Pienso que la voz madura en su propio desfallecimiento y esta voz, que es la mía, ha desfallecido a momentos y a momentos se ha quedado pendiente de un hilo sin poder articular palabra. Enmudecer no es lo mismo que callar. Lo escribo al margen izquierdo de la hoja, y al cabo de un tiempo lo tacho con el bolígrafo. Reescribo: enmudecer, es hablar también de las implicaciones del silencio. Un grito mudo, un catálogo de sentido y contrasentido, donde al centro aparece muteado el llanto de un niño en instagram dentro una estructura insostenible de escombros. ¿En quién me reconozco ahora? ¿En el llanto? ¿En la estructura? ¿En lo insostenible? ¿En los escombros?

 

He pensado eso durante más de diez minutos. He pensado eso, mirando hacia un punto indefinido de la carretera, mientras los militares hacen llamadas telefónicas a diferentes números y a ratos discuten entre ellos y a ratos toman una pausa para fumar cigarrillos.  Un camión que va hacia una aldea intermedia con la frontera de Gaza se estaciona frente a nosotros haciendo que polvo y piedras nos lleguen hasta los pies. Pido el traductor y escribo un fragmento que sé de memoria de la poeta palestina Fadwa Tuqan:

Mira cómo esa negra roca

ha sido amarrada a mi pecho

con las cadenas del arrogante destino

con las cadenas del absurdo tiempo

 

Luego de eso, me han quitado el teléfono y me conducen, junto a los sirios, a una estación de policía, donde pasaremos la noche, antes de poder volver a El Cairo en un autobús escoltado por una patrulla de migración. El camino sigue levantando piedras, palabras. Muchas piedras reunidas en un mismo discurso de piedras que han sido lanzadas y piedras que se lanzarán hoy, aunque esas piedras vayan a dar al vacío. Es sabido, una vez más, que los militares no comparten el gusto por la poesía. 

 

 

3.

Sarah, me recibe en uno de los distritos más caóticos de El Cairo. Es periodista, activista e integrante de un colectivo que se manifiesta de manera constante exigiendo que se abra el paso de Rafah en la frontera con Gaza para el acceso de ayuda humanitaria y la salida de heridos que puedan ser atendidos en hospitales egipcios. Hemos mantenido comunicación desde hace un tiempo y me pone al tanto de las implicaciones de la campaña de persecución que ha mantenido Egipto contra periodistas y activistas instalados en su territorio. Las alternativas de negociación son pocas: En la última semana han desaparecido tres defensores de derechos humanos después de una manifestación pro palestina frente a la embajada israelí. Otras consecuencias van entre el cobro excesivo de multas, el arresto temporal o la deportación sin alternativa de acceso posterior al país.

 

Recorremos El Cairo entre una turba de gente que se abalanza sobre la calle principal que conduce a plaza Tahrir, la plaza que vio encauzar la revuelta más grande durante la primavera árabe. En sus esquinas se sigue acumulando la ceniza que dio sentido a las hogueras. Si pudiéramos recuperar algunos de esos gritos ahora ¿A quién gritarían y qué conseguirían al hacerlo? El grito es el origen. El resto del lenguaje viene por añadidura, digo a Sarah. El resto del lenguaje es perecedero frente al nodo de sangre que se coloca este jueves en Deir al Balah, contesta. ¿Qué nos hace temblar al escuchar esto? Lo que nos hace temblar es el frío de saber que no terminará pronto:

 

Las cifras de muertos aumentan. La pesadilla se alimenta. Gaza, sola en su cautiverio de nubes negras, convertida en una moderna cámara de gas de Auschwitz, perfeccionada en inercia y perfeccionada en modelo de muerte, resiste sostenida por su propio pie frente a un concepto inédito de barbarie. 

Mientras, en las calles, las movilizaciones de Egipto a Yemen y de Jordania a Irak llenan las plazas y las embajadas. Egipto castiga severamente cualquier manifestación por el riesgo de que puedan desestabilizar al presidente, que se reelige en unas semanas, sin tener oponentes. La policía blinda El Cairo y aborta las protestas contra Israel convocadas tras el rezo del mediodía.

Las calles árabes se movilizan en solidaridad con Gaza ante la tibieza de los gobiernos de la región que, en dos meses, han sido testigos pasivos de una masacre y de su propia impunidad.

¿Dónde se extiende el mapa de este dolor? ¿Sobre qué calles? ¿Sobre qué muros? ¿Sobre qué proclamas, sobre qué consignas? ¿Qué implica seguir escribiendo repetidas veces Salve Gaza/ Free Palestine? ¿Incendios que irradian momentáneamente y luego desaparecen tras el destello? ¿Apneas que se sostienen más de la cuenta y luego permiten el paso de oxígeno momentáneo para seguir respirando desde su propia contención?

 

Apnea: Inhalar desde la profundidad del ahogo.

Apnea: Contener la exhalación para liberarla en un grito que pueda llegar a ser perdurable. 

Apnea: Abrir desde la contención un campo de aliento que permita el reparo y no en sí mismo la renuncia.  

El camino del ahogado fue el mismo del sediento, pienso, mientras a 500 kilómetros de aquí, las ciudades y sus habitantes siguen alimentando el humo y el humo a la ignominia y cada fuga de luz, en esa grieta del mundo, está asociada a lo que buena parte del mundo ha preferido ignorar.

 

 

​4.

Me instalo en el Dahab hostel, que se ha vuelto un centro clandestino de organización para la causa palestina. Algunos activistas, involucrados en mayor o menor tiempo, llevan meses esperando que abran Rafah para entrar con la ayuda humanitaria e inscribirse como voluntarios en los campos de refugiados y en los hospitales de Gaza. Unos deciden ir al west bank por el cruce fronterizo de Taba, otros aguardan noticias moviéndose entre los suburbios del centro para no ser identificados por la policía egipcia. Me detengo un momento y miro alrededor. Todos estamos quietos, absortos en un punto indefinido que no llega a ser un punto. Que es una síntesis pavorosa del estrago punzante de un dolor que compartimos. 

 

Escuchen a los egipcios, han derrocado a dos presidentes dice un rumano. Pero los egipcios se limitan hoy a poner la bandera palestina afuera de sus casas y comercios. Arriba, las estructuras del poder tratan de mantener su puesto, mientras nosotros, abajo, en el adentro, encontraremos otras formas nacientes de interpretar los presagios que vienen del Este: Nubes, despojos, anuencias de la mañana que amanece siendo noche.

 

Mañana, otros más, de distintas procedencias, se suman a la primera línea de una avanzada que no tiene la posibilidad concreta de avanzar. Detenidos y sin alojamiento. Pensando en alquilar un auto para llegar a Rafah, sorteando los puestos de control militar instalados en caminos irreconocibles que se extienden por el desierto. Temblores que recorren la estancia y manos que se sujetan a la mesa para evitar el desvarío. Entre intelectuales irritados y nuevos militantes, espontáneos de la causa, el temperamento del pequeño batallón no ha logrado superar el primer puesto de control como ha pasado conmigo.

 

Pasada la medianoche llegan más periodistas que depositan sobre la mesa las cámaras e inician con la discusión de los crímenes de hoy. Nadie aquí está politizado como ha dicho la policía egipcia, que por ideario político entiende opositores. La indeterminación se vuelve moneda de cambio para camuflarse y sobrevivir la temporada de caza.   

 

Sarah/Inglaterra: Don't try to hijack our right to collective rage. We do not have any more.

Catherine/Estados Unidos: Please do not ask us to identify ourselves again. It doesn't matter what nationality we are.

Deborah/Australia: This is not happening against Palestine, it is happening against the world.

 

Me he sumado a la discusión diciendo que los iraquíes, los sirios, los kurdos, parecen decir lo mismo. Que he recorrido el Kurdistán a pie y me he encontrado con las mismas muestras de apoyo. Lo necesario, será continuar denunciándolo hasta el cansancio, si es que el cansancio llega. Pero también hacer que el cansancio o la falta del mismo, promueva acciones concretas que puedan alimentar la causa. Iluminar, incluso con la ausencia de la propia luz: Gritos sumados para ser visibles en el ahogo o en la superficie.

 

Superficie:

Propiedad cambiante. El proverbio árabe lo dice: No es la superficie lo que anima al mirlo a mirar debajo. La superficie solo detalla momentáneamente las cavidades de los pasos. Dentro, se consiguen otros vestigios: raíces, y restos de raíces que socorren las primeras incursiones del mes de octubre. Trazos continuos e intermitentes que conducen a estaciones donde hay gente apostada que se oculta, pero aprende a sobrevivir más que otros. En suma: No es la superficie lo que anima al mirlo a mirar debajo: Es la gravedad.

 

 

​5. 

Mi respiración y la de muchos no mejora. Se incrementa y se suspende temporalmente en la medida en que ve pasar tanta muerte, tanta protesta y tan pocas posibilidades de frenar radicalmente este crimen. El deseo permanece, pero el deseo sigue estando inmerso en la palabra y en el derecho de que esa palabra, suceda, dentro de su propia convicción.

 

Hoy, han llegado al Dahab otros extranjeros que fueron comisionados para organizar brigadas de apoyo con el propósito de generar presión frente a la posibilidad de una avanzada en caravana hacia Rafah. La expectativa que abrió la Cumbre por la paz en El Cairo durante octubre pasado, deshabilitó las alternativas diplomáticas por un alto al fuego entre Israel y Hamas, pero también a la entrega masiva de ayuda a Gaza y a una resolución por lo menos temporal al conflicto. Concretamente, la Cumbre termina sin un comunicado conjunto, al momento en que irónicamente, la ONU afirma que Gaza sufre una catástrofe humanitaria sin precedentes.

 

Mi respiración como la de muchos se sujeta al ejercicio de una apnea que sucede de forma temporal, y luego nos devuelve a la necesidad de respirar entre los reductos insuficientes de oxígeno que quedan en los salones invadidos de humo.

 

SI REUNIÉRAMOS TODAS ESAS EXHALACIONES PODRÍAMOS FORMAR UN CAMPO DE ALIENTO COMPARTIDO. ALGO, QUE AYUDE A QUE UN PUEBLO, PUEDA SEGUIR RESPIRANDO. 

 

Un temblor podría resultar el comienzo de la agitación. El mundo se agita hoy en las calles porque está temblando, pero no de miedo, de determinación y rabia. Las lecturas sobre esta agitación se desbordan. Caminamos rumbo a un hospital donde se han recibido a familias gazatíes que pudieron salir durante los dos días en que permaneció abierta la frontera en el mes de octubre pasado. Desde entonces, hasta ahora 9 de diciembre, no se ha vuelto a tener noticias de una nueva apertura. Temen una estampida de desplazados, lo han temido siempre, por eso a diferencia del Líbano y Jordania, Egipto no tiene un solo campo de refugiados dentro de su territorio. Hoy la consigna vuelve a ser urgente: Egypt; open your border now. Comida. Agua. Medicinas. Doctores. Voluntarios. El estado crítico se ha vuelto agónico. Pero sabemos que no es Egipto quien controla el paso. Es Israel. Es Israel que ahora no promueve una campaña de exilio masivo, sino un proceso sistemático de exterminio de civiles dentro de Gaza revestido de operación antiterrorista.

 

En ese sentido, la capacidad simbólica que da el hogar, abre otro discurso en Palestina, quizá de manera única a diferencia de otras culturas en el mundo. Ese hogar no se disuelve en el primer temporal. Se enraíza y se eterniza, incluso frente a la destrucción masiva. El hogar se vuelve un empeño de su propia condición: Él mismo se habita. Vive en sí mismo. No se desplaza. Se demuele y renace. No cede.

 

Esa tarde en El Cairo, Sarah concertaría el encuentro con Ibrahim, Jamila y sus dos hijos que fueron atendidos en el hospital Dar El- Salam luego de resistir a un bombardeo. Arriba, los pájaros en bandada anunciaban un paro recesivo de sol, mientras en el Dahab agentes de la policía secreta ingresaban para llevar a cabo un operativo que dejaba un saldo de cinco compañeros detenidos y todos nuestros documentos confiscados. Eso, entre otras cosas, aceleraría el traslado hacia la frontera con Gaza por medio de una agencia de derechos humanos y traería en consecuencia nuestro exilio al desierto, así como el inicio de un violento proceso de deportación.

 

Una pulsación aparecía con frecuencia en esas horas, empujando la idea de no sucumbir ante el pasado, no hacer mella del ahora, y eso sí, confiar de cierto modo en el futuro. Pero no lo suficiente.

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