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Alimentando la nube de polvo

Del centro de la tierra se abrió una grieta que comenzó a avanzar precipitadamente por otros territorios del mundo. Ahí estabas tú, habías llegado entre una estampida sutil de criaturas que huían pensando que huir es un presagio que se rebela inevitablemente en cada periodo de la historia. Dijiste:

 

Esta grieta llegará hasta el mar y lo partirá en dos. Surgirán de ahí cuatro espejos que moviéndose equidistantes, pero en dirección contraria, absorberán el tiempo, las noches, la ciudad. Luego, los espejos se quebrarán cuando lleguen a reflejar cada rostro, cada gesto, cada forma inanimada de vida, hasta que el abismo sea tan profundo que no quede ninguna instancia visible, ninguna revelación sombría, ninguna escala de humanidad intacta.

¿Era esa tu interpretación de guerra? Frío, vacío, inmensidad. Avistamiento de otros planisferios de la crueldad. Me dijiste palabras que no eran comprensibles por nadie, quizá porque el modo que tenías de pronunciarlas no era el mejor debido al miedo. Salimos del pequeño apartamento y afuera era lo mismo: Bateas rebosantes de insumos, agua purificada, extremidades. Cuerpos extraídos alimentando la nube de polvo. Sabíamos que la guerra llegaría y sería en octubre, entonces volveríamos a conocernos y el mito de los silencios engendraría la batalla y al concluir el año nos haría mártires sin saberlo. Luego, tus revelaciones durante el día seguían:

He visto una torre desplomarse con cientos dentro/ he visto a un niño junto a su hermano tratando de explicarse la brutalidad de un ataque de fósforo blanco/ he visto a una mujer caminar hasta quedar sin piernas/ ritos de iniciación/ tormenta y sepultura. 

 

¿Cómo interpretar esta agresión a gran escala y sin precedentes en la línea de tiempo en la cual hemos venido muriendo desde hace años atrás? ¿Cómo justificar la ocupación de un territorio que se ve envuelto en un rito iniciático de la crueldad, la devastación y la asfixia?  

 

Aamaal, mis objetos favoritos comenzaron a envejecer conmigo. Nos conocimos en pasadizos secretos debajo de la tierra. Nos escondimos una semana para observar entre las fisuras de los adoquines de Al-Imam Ali y luego miramos durante la tarde la tibieza de los acantilados de Rafah, siempre pendientes del sol y siempre pendientes de un hilo.  Ahora, siento que he sido rebasado por la experiencia del olvido. Que no he logrado conformar eso que llaman “mapas de los recuerdos” porque todo lo que recuerdo se agota en determinado tiempo, se suspende, deja de suceder. Luego, algo hace que todo vuelva a iniciarse, la grieta detiene su curso, los espejos reanudan su ciclo ahora de manera inversa, los abismos expulsan a los inocentes, las almas celebran su estadía pasajera en el barzaj y las cenizas, con silencioso esmero, comienzan a conformar nuevamente los cuerpos...

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